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El campo de actuación de Tomás Camarero Arribas se inscribe en el Desarrollo de conceptos de marca y de comunicación, Investigación de consumidor, Análisis de tendencias y Marketing sostenible.

El objetivo es desarrollar la innovación conceptual para la solución de problemas y aprovechamiento de oportunidades de las marcas.


domingo, 8 de julio de 2012

La generación Mad Max

Esta generación no es la constatación de una generación existente, como lo ha sido la “JASP”, la “X”, la “Y” u otras. Esta generación es pura prospectiva. No existe…todavía, pero existirá. Por desgracia existirá. Yo no quiero que surja. Pero su advenimiento parece inevitable. Porque, tal como va el mundo y si no ponemos remedio, es la generación de mis hijos de 10 y 14 años. Ellos verán un mundo radicalmente distinto al nuestro cuando tengan aproximadamente 40 o 50 años. Un mundo “a menos”. Lo estamos viendo en el desorden financiero actual ( en el momento que estoy escribiendo este artículo, las hienas de los especuladores han colocado la deuda española a un 7% de interés) que está descapitalizando a los Estados y arruinando Europa. No habrá dinero para el “cambio real”

Ese será nuestro legado porque parece que estamos siendo incapaces de construir una realidad distinta a la distopía que nos muestran películas como Mad Max o Blade Runner. Serán sociedades en decadencia. El decrecimiento no será una opción, sino una necesidad. No estoy haciendo catastrofismo. El caso del cambio climático ya no es simplemente un problema medioambiental, sino que sus efectos se pueden apreciar por todas partes, transformando las condiciones para vivir una vida “segura” de casi todos los habitantes del planeta.

Es interesantísimo en este sentido el libro de Harald Welzer, Guerras climáticas. Por qué nos mataremos ( y nos matarán) en el siglo XXI. Como consecuencia del modelo occidental de explotación del medio ambiente, el agotamiento de los recursos naturales en numerosas regiones del mundo será cada vez más acelerado. También será cada vez mayor el número de personas que dispondrán de menores recursos para sobrevivir y la cantidad de conflictos violentos que, generados por el calentamiento global, enfrentarán a todos aquellos que pretendan obtener alimentos de un mismo espacio geográfico o beber de las mismas fuentes de agua. El ejemplo de la tragedia de Darfur es paradigmático.

En los próximos decenios se intensificará la escasez de tres recursos esenciales para la vida humana: los alimentos, el agua y la energía. No hay más que fijarse en el voraz interés que empiezan a tener los fondos de inversión internacionales en el mercado de los alimentos y la compra de tierras en Africa y en Latinoamérica por las nuevas potencias emergentes.

La generación Mad Max no vivirá ya bajo el imperio americano ni sobre el sueño americano. Sobrevivirá en el marco de una nueva potencia que querrá desarrollar los niveles de prosperidad que consiguió la civilización americana en un mundo cada vez más agotado en sus recursos y empujado por la demanda de una superpoblación mundial.

Respecto a la energía, ya se ha producido el “cénit del petróleo” (punto máximo de producción de petróleo) y seguimos en las economías desarrolladas occidentales con una dependencia servil de esta energía del siglo pasado. Estamos consumiendo tres barriles y medio de petróleo por cada barril nuevo que descubrimos.

El compromiso de los líderes políticos por las nuevas energías alternativas parece muy entusiasta. Sin embargo, en un país como el nuestro se paralizaron proyectos, ayudas, apoyos y nuevas regulaciones a estas nuevas energías porque se temía… ¡una burbuja! La cosa suena a chiste. Me hubiese encantado tener una burbuja de energías alternativas.

Para poner un ejemplo de la confusión mental de los dirigentes políticos, hablemos de la tan gran publicitada apuesta por el coche eléctrico en busca de una nueva y necesaria movilidad. Los intereses confluyen en la apuesta de esta nueva movilidad: los fabricantes de automóviles generan innovaciones y dinamizan el mercado dando respuesta a nuevos nichos de mercado, las compañías eléctricas dan salida a la producción de energía en momentos de consumo valle, los ayuntamientos tienen la oportunidad de aumentar los niveles de calidad de vida de sus ciudadanos, disminuyendo de forma significativa los umbrales de contaminación, y la administración pública genera las condiciones de este “cambio disruptivo” de la movilidad apoyando económicamente y estableciendo un marco legal y normativo. ¿Sabíais que el ministerio de Industria todavía no ha establecido una normativa sobre la carga de los vehículos en los dispensadores eléctricos? ¿A qué narices está esperando? Si no hay un marco regulatorio claro, ¿cómo vas a poner las condiciones para el desarrollo de un mercado?

Y, sin embargo, la “tercera revolución industrial” en la expresión del Jeremy Rifkin, está aquí, a la vuelta de la esquina, casi la podemos tocar. Esta revolución industrial se basa en la confluencia de las energías renovables y el uso de la tecnología de Internet como un sistema de redes. Para poner un ejemplo. Tendríamos la transformación del parque de edificios de cada continente en micro centrales eléctricas que recogieran y aprovecharan in situ las energías renovables. En Europa en concreto tendríamos 190 millones de centrales eléctricas. Ese número coincide con los 190 millones de edificios que tienen los 27 miembros de la Unión Europea. La imagen me aparece continuamente en la mente. Estamos en una estación de ferrocarril y el tren está en marcha. Va cogiendo velocidad y nosotros vamos detrás para intentar subirnos a él. ¿Llegaremos a subirnos? Cuanto más tardemos, más difícil será. ¿Llegarán a ser nuestros hijos la generación Mad Max? ¿O quizá lleguemos a montarnos en ese tren y podamos llevar a nuestros hijos a un mundo distinto del descrito en Blade Runner?

(Publicado en I&M, Revista de Aedemo Investigación y Marketing, nº113, dic 2011)

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