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El campo de actuación de Tomás Camarero Arribas se inscribe en el Desarrollo de conceptos de marca y de comunicación, Investigación de consumidor, Análisis de tendencias y Marketing sostenible.

El objetivo es desarrollar la innovación conceptual para la solución de problemas y aprovechamiento de oportunidades de las marcas.


domingo, 8 de julio de 2012

La resistencia de la vieja mentalidad

En el momento de la redacción de esta colaboración escucho en los medios el improvisado rescate de Bankia por parte del papá Estado. La noticia nos devuelve de repente en un flashback a la realidad de hace un año o dos años cuando veíamos el rescate del sistema financiero.

Es como si durante todo este tiempo la realidad no se hubiera movido y estuviésemos en el mismo punto de partida. Bueno, tengo que corregirme. Hemos ido a peor; porque no aprovechar el tiempo es ya ir a peor. Se han llevado a cabo reformas en general en términos de restricciones y cortes pero, en definitiva, no constituyen auténticos cambios del sistema. Se ha creído ciega e ingenuamente que cortar es cambiar. Algo que es muy ridículo y demuestra una ignorancia supina sobre las dinámicas que conforman la realidad.

Vista la situación con bastante perspectiva, la razón de que vaya todo tan mal en este país responde simplemente a una mentalidad imperante tremendamente inmovilista. Desde que empezó la crisis pocas decisiones se han tomado que no estén en el principio del sota, caballo y rey. Como alguien me comentó, no sé para qué hemos cambiado de gobierno si la estrategia es recortar como hacían los anteriores en el poder.

Dentro de esta cultura del inmovilismo, que es causa y efecto a la vez, me gustaría mencionar dos fuerzas que actúan de manera negativamente en cualquier evolución y cambio. La primera es el aparato de la Administración pública y la segunda es la ausencia de una cultura del trabajo bien hecho.

Respecto a la primera, tenemos una maquinaria administrativa pesada, complicada, lenta y con poca capacidad de reacción más cercana al siglo XIX que a la sociedad de la velocidad y de la inmediatez en la que vivimos. La máxima imperante de que las cosas están al alcance de un “solo click” suena a chino en el funcionamiento del aparato del Estado. No saldremos de hoyo porque seguimos cavando en él, por parafrasear el proverbio oriental.

Voy a poner un ejemplo de los que me encuentro a diario en los diferentes estratos de la Administración. En la ciudad de Madrid, el sistema de la Inspección Técnica de Edificios (ITE) asegura un mantenimiento y una rehabilitación continua de los edificios de la ciudad. Esto genera una economía de la construcción acorde con los nuevos tiempos y supone un estímulo del sector nada desdeñable. Pues bien, este procedimiento impuesto por el Ayuntamiento exige una licencia de obra otorgada por la propia administración municipal…que a veces suele tardar hasta seis meses. ¿Cómo vamos a hacer que las cosas funcionen y haya movimiento si trabajamos con esos tiempos?

La segunda fuerza que nos coloca en el inmovilismo es la ausencia de una cultura del trabajo bien hecho. Es cierto que hay mucha gente que trabaja con ahínco y con ganas de hacer su cometido de la forma más profesional posible. Os relato una banal conversación con un emprendedor de León que se dedica al alquiler de andamios para obras. Tiene una delegación en un mercado emergente que es Polonia. Me hacía una comparación sobre la hora de comienzo del trabajo. En Polonia se empieza a trabajar a las 8h de la mañana. Y se empieza de verdad. En España también se empieza a trabajar a las 8h…oficialmente. Entre que nos ponemos a ello, que si falta el jefe, que por dónde comenzamos, es ya la hora de tomar el bocadillo.

No creo que se trate una mentalidad latina que llevamos en los genes. Más bien es un tema de cómo se ha formado a la gente para el desempeño de su labor. Y especialmente esa formación continua que se debería dar dentro de las organizaciones para conseguir que cualquier persona, y por humilde que sea su desempeño, lo haga con el máximo de excelencia. Esta microeconomía es lo que aporta calidad a un país. Para poner otro ejemplo de la realidad. España es un país de servicios y de ocio por el peso del turismo y otras razones, pero es sorprendente la baja formación que tienen los camareros en un país de miles de bares y restaurantes. El tejido empresarial de este país no ha estado nunca preocupado por la excelencia y la formación continua de sus empleados.

(Publicado en I&M, Aedemo Investigación y Marketing, nº115, junio 2012)

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